La pregunta que circula con insistencia en los pasillos políticos e institucionales es si podrá reanudarse el diálogo luego de la aprobación en Diputados de una reforma impositiva que, además de provocar sinsabores en sectores productivos evita el debate en el recinto por antonomasia para tal fin.
O si el campo le puede volver a creer a Scioli luego de aplicar sobre el sector agropecuario lo más pesado del costo, simplemente porque una estadística apunta que puede aceitar inmediatamente la máquina de recaudar.
Recomponer en la gestión Scioli es un verbo de compleja conjugación. No será tarea fácil y constituye a su vez un duro examen en el cual las palabras pasaron por un perjudicial filtro de devaluación. Aquella que desnudó incoherencia entre gestos mediáticos de ocasión y aquellas decisiones que se plasman en papel, como una ley, son irreversibles al menos en el corto plazo.
La reforma impositiva o, al menos, su instrumentación parlamentaria, a su vez tuvo el efecto colateral de abrir más la grieta entre oficialismo y oposición, que puede convertirse en abismo ante una gestión que tendrá que aceptar, hasta en un mínimo detalle, las exigencias de una oposición que se acrecentará en representación. Además, como se suponía, ni siquiera un sector de la oposición podrá servirle de respaldo ante el deceso del operativo despegue que ya se inscribió como efemérides a partir de la ida del renunciado ministro agropecuario Emilio Monzó.
En ese sentido, las cartas parecen echadas. Esa réplica platense de la "primavera de Praga" que podía hacer analogía con el operativo despegue del último trimestre, no culminó su escenificación con los tanques sino de la microfísica del poder. Esto es por medios sutiles, con cierta presión a través del fuerte condicionamiento de fondos hacia Scioli.
Pago de sueldos y proveedores. De eso se trata, y se encuentra en la antesala de todo otro sueño de gestión para la historia. Sin la cuestión práctica del funcionamiento que remite a una postal de normalidad no se puede apuntar hacia ninguna otra etapa posterior. Ni a ninguna impronta personal.
La concentración del esfuerzo en el funcionamiento tiene una esperanza y es la de la paz social que tampoco será tarea fácil cuando hay, desde distintos sectores, reclamos postergados de recomposición salarial.
Por lo pronto, Scioli deslizó que esta reforma impositiva, que le hará pagar fuertes costos políticos, tiene como fin casi exclusivo el pago al personal y los servicios mínimos indispensables.
Difícilmente el gobernador pueda lograr una alianza o un acuerdo a largo plazo con sindicatos que, a su vez, están presionados por sus bases en los reclamos. Pero no hay tiempo para la reflexión y se va detrás de los acontecimientos y las necesidades, en este caso, de financiación urgente. En la otra vereda, campo y oposición ya marcaron sus límites y amenazan con otro grito de guerra similar al conflicto nacional de 2008 con la denominada "guerra gaucha".
Un conflicto creciente con el campo, al cual se le simuló acercamiento y solidaridad, era el dato que faltaba para esta instancia de la gestión. Pero cuando los caminos se bifurcan hay que tomar decisiones drásticas y eso es lo que prefirió Scioli: volver a las fuentes, aunque con cierta debilidad y enfrentarse a lo que depare el destino.
El tema del esmerilamiento no viene sólo por una cuestión interpretativa sino también fáctica. Scioli asumió con
Más allá de la diáspora operada por legisladores que se fueron hacia el felipismo o hacia el cobismo, la situación habla a las claras de que la vocación de diálogo, si la hay, no es suficiente. Hace falta mayor brillo -que hasta ahora no se demuestra- en operadores oficialistas para la obtención de ciertas metas. Es muy posible que el Presupuesto 2010 ingrese a las puertas legislativas y la incertidumbre sobre su fácil aprobación se convierte en la moneda más corriente.
A Scioli parece quedarle un camino muy angosto para el tránsito hacia el 2011, que, además no le permite grandes sueños. Primero, lograr algún equilibrio entre distintas tensiones que lo mantienen a raya como es la presión de la urgencia financiera y la presión opositora, sea esta política o corporativa.
A él le resulta necesario lograr hasta el 10 de diciembre -ya sin consenso y con quórum mínimo y vital (aunque difícilmente móvil)- las leyes que permitan el mayor financiamiento posible.
Ya al ingresar al segundo bienio de la gestión, deberá ya gastar energías acumuladas para posibles frentes de tormenta por una oposición con años de exigencias reprimidas. Es posible que muchos proyectos deban sangrar bastante antes de ver la luz institucional. También es muy probable que durante los primeros meses los pedidos de informes y las citaciones a informes in voce de distintos miembros de gabinete tengan una frecuencia casi cotidiana.
Desde mediados de diciembre, la convivencia entre oficialismo y oposición tendrá sus bemoles. Porque Scioli deberá acreditar avales de muchos conceptos que vino predicando y, finalmente, por omisión o por intención, no cumplió. El consenso, tan promovido por la imagen de un gobernador cada vez más comprometido con el kirchnerismo, podrá parecer lo más parecido a una utopía. Scioli deberá dar batalla y ponerse a la cabeza de todas las iniciativas exponiéndose en un rol confrontativo a veces más de la cuenta.
Y ese es el juego que menos le gusta jugar. (Fuente: Agencia NOVA)