Opinión

El coronavirus debería ser un límite para la grieta

Nueva normalidad.
Nueva normalidad.

Por Luis Miguel Caso

Argentina y el mundo están enfrentando una especie de tormenta silenciosa nunca vista. Cada gobierno con toda la información que dispone sobre la situación sanitaria y las negativas consecuencias socio-económicas va tomando decisiones con plena conciencia que cada medida que tome tiene beneficios y costos. No existen en el mundo decisiones con 100 % de beneficio y 0 % de costo. Y así también todos los gobiernos del mundo van dando marchas y contramarchas mientras buscan más vacunas porque nadie las tiene en la cantidad y los tiempos que quisiera. Por suerte, en Argentina hoy la esperanza es mayor.

Acepto las diferentes opiniones políticas, incluso extremas que se expresan en la llamada “grieta”. Que se discuta el impuesto a la riqueza, la ley de alquileres, o lo que sea.

Sin embargo, me niego a aceptar que la forma en que se enfrenta el coronavirus sea tema central para hacer política en la Argentina. No acepto que la pandemia se use para alimentar esa grieta de la que la mayoría de los argentinos somos prisioneros, aunque las dos partes de la grieta al gritar mucho parezcan ser más.

Enfrentar una tormenta oponiéndose todo el tiempo al capitán del barco, cuando no hay ninguna razón para sostener que quiere hundirlo, me parece de una peligrosidad terrible. El principal enemigo es el coronavirus, no el capitán del barco. En esta tormenta tratar que el capitán pierda o le vaya mal, es jugar con la salud de todos.    

Mientras la vacuna sigue llegando, mientras la esperanza crece, sigamos cuidándonos, usemos el barbijo, mantengamos distancia especialmente en espacios cerrados, cuidemos nuestra higiene al llegar a nuestras casas y que los gobiernos nacional, provincial y municipal, hagan cumplir las reglas a los irresponsables para que no perjudiquen a los que nos queremos cuidar. Porque la función de los gobiernos es cuidarnos de los irresponsables, esos que hay y habrá siempre en Argentina y en el mundo, porque para eso están los gobiernos.

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