América Latina y el Caribe (“Cordón de Fuego”) es una región de alto riesgo volcánico, en los últimos 10 años, casi la mitad de las erupciones más fuertes en el mundo tuvieron lugar en esta región del planeta.
En la Cordillera de los Andes existen innumerables volcanes activos, la mayoría localizados en territorio chileno, y cercanos a la frontera con Argentina. También hay volcanes activos en la República Argentina pero existen pocas poblaciones habitando en sus alrededores. Los vientos predominantes hacia el este transportan las cenizas volcánicas hacia nuestro territorio. Estas partículas generan grandes problemas en la salud de las poblaciones afectadas y en sus economías.
La erupción del complejo volcánico Puyehue – cordón Caulle en Riñinahue (Chile) la gran cantidad de cenizas volcánicas generó problemas respiratorios y oftalmológicos en los pobladores de la cordillera principalmente en las localidades de Villa La Angostura, Bariloche, Ing. Jacobacci y otras llegando a la provincia de Buenos Aires hasta el Gran La Plata y dirigiéndose hacia el noreste Capital Federal, Montevideo y Río de Janeiro, entre otras. También afectó fuertemente a las comunicaciones, con visibilidad reducida en varias rutas nacionales y suspensión de vuelos en los aeropuertos de Bariloche, Neuquén, Mendoza, Comodoro Rivadavia, Trelew, Bahía Blanca, Mar del Plata e incluso en el aeropuerto internacional de Ezeiza y el aeroparque Jorge Newbery de la Capital Federal.
La realidad nos muestra que cada volcán presenta sus propios riesgos específicos, y cada riesgo puede tener un significado diferente. Hay distintas maneras en que los gobiernos pueden evitar estos riesgos o prepararse para enfrentarlos. Las lluvias de cenizas pueden hacer que el aire se llene con una neblina similar al humo, durante una erupción volcánica, existe la posibilidad de ser cubierto por una capa de diferentes espesores (según la región afectada) de cenizas volcánicas, las que pueden tener un efecto en aquellas personas que presentan afecciones de las vías respiratorias, pero en la actualidad no hay pruebas que indiquen índices de mortalidad excesiva como resultado de problemas cardiopulmonares causados por la inhalación de cenizas. Cada tipo de erupción tiene productos volcánicos asociados, estos pueden ser: lavas; flujos piroclásticos; caída de cenizas; gases; lahares y deslizamientos de cenizas y/o terrenos.
Cuando se expulsa magma del conducto volcánico, de acuerdo a la viscosidad de la misma, los gases que contiene se expanden, lanzando roca pulverizada, lava y fragmentos de vidrio desde la chimenea. Estas partículas se denominan Piroclastos, y los que tienen un tamaño semejante a arenas se las denomina cenizas volcánicas. El tamaño de estos fragmentos expulsados oscila entre un polvo muy fino (inferior a 0,063 milímetros de diámetro) y cenizas volcánicas de tamaño arena (inferior a 2 milímetros de diámetro).
Los piroclastos del tamaño de una nuez se denominan lapillo (“piedras pequeñas”). La caída de cenizas volcánicas genera una situación de crisis para las comunidades afectadas, debido a que modifican las relaciones cotidianas y el entorno al cual están habituados. La crisis provocada por este tipo de eventos incrementa la demanda y necesidad de información.
El propósito de la comunicación social es contribuir a la disminución del impacto, promoviendo la participación social, fomentando los conocimientos sobre prevención y mitigación, e informando sobre el estado de situación, las recomendaciones de medidas a tomar y las sugerencias de las acciones a realizar.
A pesar que las erupciones volcánicas son de corta duración, la ceniza puede mantenerse en el aire por años, siendo finalmente removidas por la actividad antrópica o por los vientos, en tal sentido la ceniza volcánica puede causar problemas a las personas expuestas a ella por un largo período de tiempo. Por otra parte, si bien, la ceniza volcánica representa un riesgo muy bajo en comparación con otros tipos de materiales volcánicos, puede tener efectos mayores en personas con afecciones respiratorias o tras una exposición prolongada.
La ceniza volcánica contiene diferentes proporciones de vidrio, el cual en comparación con otras sustancias tiene una dureza entre 5 y 7 (de la escala de Mohs), propiedad por la cual se utiliza ceniza volcánica como abrasivo en la industria. Las cenizas volcánicas contienen el 60 al 75% de sílice (SiO2) como vidrio y fases cristalinas (cristobalita), álcalis (óxidos de potasio y calcio), azufre, manganeso, cobre, zinc y plomo, entre otros. Los efectos de las cenizas sobre la salud pueden ser divididos en varias categorías: (a) efectos respiratorios, (b) síntomas oculares y (c) irritación cutánea,
Potenciales síntomas respiratorios producidos por inhalación de cenizas volcánicas dependerán de una serie de factores como: la concentración de partículas en aire, la proporción de partículas finas, la frecuencia y duración de la exposición, la presencia de cristales de sílice y de gases volcánicos o aerosoles mezclados con las cenizas, y las condiciones meteorológicas.
Los síntomas comunes durante y después de la exposición a cenizas volcánicas incluyen: Irritación nasal y descarga (flujo nasal); Irritación de garganta y ardor, algunas veces acompañado con tos seca. Las personas con malestares en el pecho preexistentes pueden desarrollar síntomas de bronquitis severa que persevera durante varios días después de la exposición a las cenizas (por ejemplo, tos seca, producción de flemas, jadeos) y la respiración se torna dificultosa.
En cuanto a la toxicidad de alguna sustancia se debe ser muy cauto antes de expresar que cosa carece de toxicidad, ya que Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus Von Hohenheim más conocido como “Paracelso”, médico y alquimista suizo nacido en 1493. En 1530 escribió la mejor descripción clínica de la sífilis de la época, aprobando el tratamiento de ésta enfermedad por medio de la ingestión de pequeñas cantidades precisa y cuidadosamente medidas de mercurio (sustancia altamente venenosa), acuñando la frase famosa ("dosis sola facit venenum") “Nada es veneno y todo es veneno: la diferencia está en la dosis”.
Con este criterio explicaciones importantes acerca de la toxicidad de la ceniza han sido obtenidas a partir de la caracterización mineralógica de las muestras, dando información acerca del tamaño y de la composición de las partículas. Si las partículas son muy gruesas, no logran llegar a sectores profundos del pulmón, y es por eso que no dan inicio a reacciones tóxicas. En algunas erupciones, las partículas de cenizas son tan finas que al respirar se introducen profundamente en los pulmones.
Cuando la exposición es alta, aún los individuos sanos experimentarán malestar en el pecho con aumento de tos e irritación. Las cenizas finas irritan los conductos respiratorios y provocan que éstos se contraigan, haciendo más dificultosa la respiración, fundamentalmente en las personas que ya poseen problemas pulmonares.
El polvo fino también hace que los recubrimientos que tienen los conductos produzcan más secreciones, lo que a su vez hace que las personas tosan y respiren más pesadamente. Los que padecen asma, especialmente los niños, que pudieran estar muy expuestos a las cenizas, pueden sufrir de accesos de tos, opresión en el pecho y jadeos. Algunas personas que nunca habían tenido asma, pueden experimentar síntomas asmáticos después de una lluvia de cenizas, especialmente si salen al aire libre y hacen esfuerzos.
Los avances recientes en las investigaciones volcanológicas, y en el impacto de las emisiones sobre la salud, han determinado que los problemas respiratorios ocurren a partir de dos características principales de las cenizas volcánicas: el tamaño y la composición de las partículas. En general, existen tres fracciones de polvo definidas en la norma europea EN481: las fracciones inhalables, torácicas y respirables. La fracción inhalable genera fenómenos inflamatorios de las vías respiratorias altas (rinitis y laringitis). Se manifiesta con síntomas como irritación en la garganta, obstrucción nasal, tos, flema y en casos extremos, en pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, se presenta dificultad para respirar y bronco espasmo de menor a mayor intensidad. Si las partículas son muy gruesas, ellas simplemente no pueden llegar a lo profundo del pulmón, y por eso no dan inicio a reacciones tóxicas. La fracción torácica, un poco más fina, puede generar laringotraqueitis
La fracción respirable del polvo corresponde a partículas de diámetros menor que 10 μm, capaces de alojarse en el pulmón, donde toma lugar el intercambio de gases (región alveolar) y por consecuencia, donde se pueden dar las reacciones tóxicas. Esta fracción normalmente representa del10 al 20% de la fracción de polvo inhalable, pero la proporción puede variar considerablemente.
Para el polvo respirable que penetra profundamente en los pulmones, el cuerpo cuenta con mecanismos de defensa natural eliminando la mayor parte. Sin embargo, en casos de exposición prolongada a niveles excesivos de este polvo, se hace difícil su eliminación de los pulmones y su acumulación a largo plazo, puede ocasionar efectos irreversibles sobre la salud. La composición mineralógica de la ceniza tiene también un rol muy importante en la salud.
Irritaciones en los ojos son efectos muy comunes, ya que el polvo fino de ceniza volcánica pueden producir dolorosas raspaduras en el frente del ojo (abrasión de córnea) y conjuntivitis. Las personas que usan lentes de contacto deben estar especialmente informadas de este problema y quitarse sus lentes para prevenir que se produzca úlcera de córnea.
Los síntomas más comunes incluyen: Se siente como si hubiese objetos extraños dentro del ojo, Los ojos comienzan a doler y picar; hay secreción pegajosa o lagrimeo; úlcera de córnea o lesiones cortantes; conjuntivitis aguda o inflamación del saco conjuntival, que rodea el globo ocular debido a la presencia de cenizas, lo que provoca enrojecimiento, ardor de ojos y fotosensibilidad.
Es común que las cenizas volcánicas produzcan irritación en la piel a algunas personas, especialmente aquellas que sufren algún tipo de alergias. Los síntomas incluyen: Irritación y enrojecimiento de la piel; Dermatitis con proceso inflamatorios; Pueden ser eritemas o exantemas; Descamación; Infecciones secundarias por rascado.
Desde el punto práctico, el muestreo de de las cenizas en el aire permite a su vez conocer la concentración de las mismas, el tamaño de grano, composición mineralógica, presencia de compuestos volátiles, etc. para evaluar la amenaza a la salud y determinar acciones preventivas a tomar
Con la colaboración de científicos, líderes y profesionales locales, se deben elaborar planes para determinar lo que se haría en el caso de una erupción previsible y de la situación hipotética más desfavorable. Durante la planificación, no debe olvidarse considerar que: la lluvia de cenizas, que a veces se prolonga muchas horas y/o días, puede bloquear todos los caminos y reducir la visibilidad durante días hasta que la lluvia viene a eliminar las cenizas del aire. Los servicios de agua y electricidad pueden interrumpirse y tal vez haya interrupciones en las telecomunicaciones, incluso por radio y por satélite. Es muy probable que los bienes que se incluyen en la planificación no estarán disponibles llegado el momento.
Se debe preparar planes para imprevistos e incluir en ellos las necesidades más previsibles en cuanto a personal y suministros. Se ha de tener presente que incluso con los mejores planes, muchas cosas saldrán mal. Cada zona debería tener un plan del sector salud para emergencias. Este plan debe ser trazado por las personas altamente capacitadas y profesionales expertos en este tipo de contingencias que participarán en la respuesta frente a crisis volcánicas.
El Plan debe incluir desde el presupuesto a la atención médica, pasando por la planificación de actividades como la creación de sitios temporales para recibir a los evacuados si fuese necesario, hasta como determinar y afrontar las consecuencias en las localidades más alejadas de la erupción volcánica y que irremediablemente serán alcanzadas por la ceniza del volcán
(*)Este documento se elaboró teniendo como material de directa referencia las publicaciones e informes inéditos que se mencionan a continuación: “Manual de Procedimientos ante Caída de Cenizas Volcánicas” – Grupo de Estudio y Seguimiento de Volcanes Activos (GESVA) de la Universidad de Buenos Aires, autores Dr. Alberto Tomás Caselli; Lic. María Laura Vélez; Lic. Mariano Roberto Agusto y Lic. María Laila Jover. “Los Volcanes y la Protección de la Salud”, Organización Panamericana de la Salud – OPS.