Hace más de dos meses, en la "mesa chica" de Scioli se comenzó a evaluar cambios en su gabinete, planteados como una renovación del equipo de gobierno de cara a una nueva etapa -la segunda mitad del mandato- y enganchados con el lanzamiento de un "plan quinquenal" que inevitablemente remitiría a un proyecto de reelección. Hasta se pergeñó en esos días de entusiasmo un slogan -"dos más cuatro"- que aludiría a los años que le restan a Scioli del actual mandato más los de un nuevo período como gobernador. Y se comenzó a diseñar cotillón y souvenirs para el "gran acto" de lanzamiento.
Pero las semanas se fueron sucediendo sin que apareciera el momento oportuno para la "gran movida". Hubo fechas tentativas frustradas y varios de esos objetivos se fueron cayendo, reduciendo o postergando. Ahora se dice que el plan quinquenal sería presentado el 21, sin consignas, gorros ni vinchas, aunque ya nada es seguro. Y la renovación del gabinete, iniciada en las últimas horas, se pareció más a una explosión en medio de una crisis que a un natural trámite de reorganización para una nueva etapa.
Por distintas razones, los dos funcionarios que se fueron el viernes habían decidido ellos mismos sus salidas hace tiempo. El secretario general de
Ambos habían conversado con Scioli sus salidas del gobierno y estaba previsto que se concretaran el próximo 18. Pero en la noche del viernes pasado cumplían funciones cuando el Gobernador anunció sus alejamientos. Hasta media tarde, Scioli había descartado cualquier movimiento en esa jornada. Pero entonces, desde el juzgado de Norberto Oyarbide se dejó trascender que una eventual responsabilidad de Zin también comenzó a ser investigada en la causa de los medicamentos falsos. Y la comunicación de la salida del ministro se convirtió en un asunto crítico y urgente, que arrastró -en el intento de presentar la movida como una meditada y prevista reorganización del gabinete- la brusca salida de José Scioli.
Así, la mentada renovación del equipo de gobierno, que iba a pasar por la salida de ministros desgastados o cuestionados y el ingreso de figuras reconocidas o de dirigentes con sustento propio y representatividad política, que aportaran energía y savia nueva para la "segunda etapa" del mandato, quedó reducida, al menos por ahora, al alejamiento intempestivo, sin que estuviera todo listo para los reemplazos, de los dos ministros que eligieron irse.
El Gobernador no pudo anunciar, en cambio, en esa noche tensa, el movimiento que más evaluaciones y gestiones le ha consumido en las últimas semanas: el vinculado a la seguridad. Por lo menos dos hombres rechazaron la propuesta de hacerse cargo del ministerio que sigue conduciendo Carlos Stornelli, el ex funcionario Santiago Montoya y el intendente de Ezeiza, Alejandro Granados. Y estaría virtualmente frustrada, además, la única incorporación al gabinete -aún en un lugar distinto de Seguridad- que Scioli reconoció públicamente que estaba buscando: la de Montoya.
EL INFIERNO
Mientras tanto,
Y en ese marco, un accidente vino a desnudar lo que tantas veces se planteó aquí: una ineficacia e ineficiencia sistemáticas del accionar policial que el ministerio de Seguridad ha venido tratando de ocultar con la estrategia de echarles la culpa de todo, ante cada pico de la crisis, a las leyes y a los jueces.
El trágico caso de la familia Pomar no sólo puso al descubierto esa ineficacia aún para las tareas más elementales. Peor aún, mostró a la cúpula de