Esther González de Ojeda, (su esposo es el tío Ernesto, conocido popularmente como Mamadera), se fue una madrugada a reunirse en el cielo con sus hermanas Elsa y Alicia, dejando tristes a toda la familia, y sobre todo a sus hijos Marcelo y Cecilia, mis primos hermanos, más hermanos que primos.

Un ser de luz, bondadoso, que me recibía con alegría cuando la iba a visitar, que me preparaba las exquisitas pascualinas que tanto me gustaban, que de chico me dio todo y no tengo más que palabras de agradecimiento para este ángel que se fue de manera imprevista.

Hija de Soledad Aller y Perfecto González, de sangre española, hermana de Carlos y Alberto, la tía fue una persona que no conoció la maldad. No hay palabras para despedirla. Todo lo que escriba sobre su bondad es poco. Sus vecinos de Barrio Ramos la recuerdan con mucho amor, respeto y cariño.

Gracias, tía, por los hermosos momentos, por quererme a tu manera, por estar siempre presente. Nunca te voy a olvidar.

Tu sobrino Mario Casalongue