Esto que pasa

Una trinchera desordenada y confusa

La Presidenta en su despacho junto a un grupo de funcionarios. Acababa de recibir el dictamen en el que Cobos avalaba la remoción de Redrado.
La Presidenta en su despacho junto a un grupo de funcionarios. Acababa de recibir el dictamen en el que Cobos avalaba la remoción de Redrado.

LA PLATA, Febrero 07.-(Por PEPE ELIASCHEV) Un meticuloso balance de lo actuado por todas las fuerzas políticas que se oponen de diversas maneras al gobierno de la presidenta Cristina Kirchner desde lo que puede denominarse genéricamente como progresismo crítico, da resultado deficitario.

 

Si el sucesor de la actual presidenta en la Casa Rosada surge de unas elecciones que podrían celebrarse, tentativamente, el 31 de octubre de 2011, a partir de hoy le quedan 610 días de gestión, lapso de duración enorme por el carácter volcánico e imprevisible que desafortunadamente caracteriza a la Argentina.

 

ANTECEDENTES

 

En el caso de la refundación de la moderna democracia argentina, 610 días antes del 30 de octubre de 1983, noviembre de 1981, absolutamente nada de lo que luego sucedió (guerra de Malvinas, colapso de la dictadura y triunfo del radicalismo a expensas del peronismo) era medianamente previsible. En el caso de las elecciones del 14 de mayo de 1989 que llevaron a Carlos Menem a la presidencia, ese lapso nos remonta a octubre de 1987, pocas semanas después de la derrota radical en las elecciones de medio término que impulsaron el retorno de un peronismo aparentemente renovado. El mismo arco de tiempo (610 días) para las presidenciales del 14 de mayo de 1995, nos retrotrae a octubre de 1993, cuando el Pacto de Olivos todavía no había generado la reforma constitucional de 1994, y por tanto la reelección de Menem no estaba garantizada.

 

Ya para las presidenciales del 24 de octubre de 1999, este cálculo nos lleva a febrero de 1997, cuando el entonces jefe de gobierno porteño, Fernando de la Rúa, era precandidato presidencial "cantado". Ni hablar de las extrañas elecciones del 27 de abril de 2003 que llevarían a la Casa Rosada a Néstor Kirchner, porque 610 días antes de esos comicios, no se había producido la renuncia de Chacho Alvarez a la vicepresidencia, consumada en octubre de 2000.

 

De la ganadora de las últimas presidenciales, el 28 de octubre de 2007, poco se podía asegurar en tal período previo, porque en febrero de 2005 el país seguía estando a cargo de un hombre elegido por el 22% de los votos, que aun no había sido ratificado por las legislativas de octubre de ese último año y era imaginable que aspirara a una reelección que lo legitimara.

 

Una primera conclusión: Raúl Alfonsín en 1983, Carlos Menem en 1989, Néstor Kirchner en 2003 y Cristina Kirchner en 2007 no eran presidentes 610 días antes de las elecciones que los llevaron a ese lugar. Sólo Menem en 1995 y De la Rúa en 1999 parecieron oportunamente imbatibles bastante antes de ser votados. ¿Por qué, entonces, la Argentina debería saber en febrero de 2010 quién la gobernará a partir de diciembre de 2011?

 

INDIGENCIA

 

En este contexto y ahora mismo, la oferta de las fuerzas opositoras de matriz no peronista y de vocación progresista no podría ser más indigente.

 

Una dificultad crucial es que Elisa Carrió veta toda posibilidad de acuerdo y/o convergencia con Julio Cobos, a quien ella descalifica de manera integral. Para Carrió, que Cobos haya sido el vicepresidente de los Kirchner en 2007 no prescribe y es imperdonable. Eso es, al menos, lo que ella dice, aunque es ingenuo imaginar que el veto de Carrió a Cobos pasa por temas políticos o ideológicos, cuando no es sino el resultado de otro cálculo, muy evidente.

 

Como alternativa a la continuidad del kirchnerismo desde el ámbito opositor, la chaqueña ve una sola posibilidad, ella misma, y advierte que si Cobos fuera el candidato, ella no podría serlo.

 

Pero la fundadora de ARI y la Coalición Cívica también impugna ahora al gobernador Hermes Binner de Santa Fe, que gobierna como expresión de un frente con los radicales del que los socialistas son una parte. Como el gobierno nacional atormenta a las provincias con la penuria de recursos fiscales, Binner se ve obligado a una beligerancia cero en sus tratos con los Kirchner. Por eso, Carrió lo apremia con mandatos imperativos y dice en público que cualquier acuerdo que Santa Fe haga con la Casa Rosada es una "traición". Así las cosas, Carrió la lleva pésimo con sus dos socios del hoy virtualmente desactivado Acuerdo Cívico y Social.

 

El propio Binner y su pequeño y a menudo inescrutable Partido Socialista acumulan responsabilidades en el desdibujamiento de su vocación frentista. El gobierno "socialista" de Santa Fe solo es posible porque la mitad de sus votos provienen del dominio radical en intendencias y concejos municipales del sur, centro y norte de la provincia.

 

El aparato socialista santafesino tiende a mostrar un control unicolor de Santa Fe, pero ese operativo devalúa su disponibilidad mental para formar parte de una opción nacional diferenciada del kirchnerismo. ¿Podrán los socialistas santafesinos aportar a una construcción nacional de tipo frentista si tratan de mantener de modo clandestino su coparticipación con los radicales en el Frente Progresista que gobierna ese estratégico distrito?

 

Los socialistas tienen otro conflicto que los complica: un tramo del partido ha sido seducido y digerido por el gobierno nacional y los protagonistas de esa adhesión defienden a los Kirchner desde el logotipo del "viejo y glorioso" partido fundado por Juan B. Justo.

 

PARADOJAS

 

Legisladores y dirigentes que se habían enrolado en el progresismo a fines de los '90 y participaron activamente de la Alianza que llevó a De la Rúa, hoy prestan adhesión al gobierno de los Kirchner. Se trata de personas que militaron en el Partido Comunista y ahora apoyan lo que ven de positivo en el oficialismo, como Vilma Ibarra, Martín Sabatella y Carlos Heller, que se sienten compañeros de ruta del Gobierno. En este grupo militan también los herejes de ARI (Eduardo Macaluse y Carlos Raimundi, entre otros), que basculan entre el kirchnerismo y la oposición, de la que abominan por considerarla muy a la "derecha".

 

Viene luego la izquierda que estuvo y se fue del Gobierno, como la que expresa Libres del Sur y Barrios de Pie, espacio de corte piquetero, tratando de encontrar contenidos transformadores en la praxis kirchnerista, pero que ahora discrepan con el perfil peronista del armado oficial, aunque tampoco quiere saber nada ni con el radicalismo, ni con Carrió.

 

La relación de Cobos con la sociedad y con el partido con el coquetea hace ya dos años es un enigma. Cobos jamás aportó una reflexión crítica profunda, articulada y sistemática de las razones que lo llevaron a abandonar a la UCR ya hacia fines de 2005 para abrazarse entusiastamente con los Kirchner y llegar en 2007 a la vicepresidencia.

 

Se ignoran sus ideas y enerva su uso de los silencios y los medios tonos penumbrosos, tanto respecto del partido en el que hizo toda su corta carrera, como de cara a un Gobierno del que forma parte.

 

FALENCIAS

 

En la oposición menudean las mezquindades. Carrió, por ejemplo, se asume como fiscal de traidores y herejes, pero en una década de fuerte protagonismo político nacional son legión las figuras que se le acercaron y se fueron, un listado donde se advierten figuras de diferente prosapia, pero a las que no consiguió retener. Ejemplos: Mario Cafiero, María América González, Ricardo Ivoskus, Eduardo Macaluse, Marta Maffei, Graciela Ocaña, Enrique Olivera, Carlos Raimundi, Fabiana Ríos, Rafael Romá, e incluso figuras menores, como la actriz Soledad Silveyra y el actual embajador kirchnerista Héctor Timerman. Todos ellos partieron a otros rumbos.

 

En el tronco central de esa oposición que ni es peronista ni gravita cerca del centrismo de Macri y su PRO, hay posiciones doctrinarias que plantean una relación paradojal con el Gobierno. Hay improntas estatistas (los radicales apoyaron la nacionalización de Aerolíneas Argentina y de las AFJP), pero acendrada coincidencia en cuestiones institucionales (combatir el hegemonismo presidencial desorbitado de los Kirchner y su tendencia a gobernar con decretos de necesidad y urgencia, de espaldas al Congreso), así como severa y convergente denuncia de los fenómenos de corrupción que se han dado en el oficialismo en estos siete años.

 

Esta homogeneidad en la búsqueda de un retorno fuerte a los modos republicanos debe lidiar con el fantasma de una recidiva peronista en 2011. El confuso, o al menos poco comprensible voto de Cobos contra Martín Redrado en el Congreso, incrementa la velocidad de los tiempos de definición que aguardan al radicalismo, que con sus 44 diputados nacionales, es el eje de la oposición.

 

Carrió ahora se presenta como socia entusiasta de una entente cordial con el peronismo federal de Felipe Solá, y PRO, el partido de Macri, bastoneado estos días en Diputados por Jorge Triaca, hijo del ministro de Trabajo de Menem. Carrió quiere destruir a Cobos. Cobos, por su parte, no se cansa de ningunear a la UCR, como si él tuviera munición y tropa propias.

 

Equilibran fuerzas legislativas como GEN de Margarita Stolbizer (cinco diputados) y el Partido Socialista (seis diputados), que mantienen estrecha cercanía con la UCR. Finalmente, quedan los 11 del inter bloque integrado por los cinco de Proyecto Sur (Pino Solanas y Claudio Lozano, entre ellos), tres de Solidaridad e Igualdad, dos de Libres del Sur y el ex kirchnerista Miguel Bonasso, todos ellos abocados a una crítica ideológica a Kirchner pero desde la izquierda. Sostienen que este gobierno es, en realidad, de derecha.

 

Seiscientos diez días es mucho tiempo. Va a estar divertido.(Fuente: EL DIA)

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