Correo de Lectores

"Panic show" en Pergamino: Salvaje represión en concierto de La Renga

El cartero de NOVA
El cartero de NOVA

Desde temprano, en las afueras del circuito El Panorámico, el estadio de la ciudad bonaerense de Pergamino donde se presentaría el famoso trío de Mataderos conocido como La Renga, se preparaba una inusual formación de seguridad tanto de Infantería como de la Policía Federal, la Bonarense y grupos de elite como “Canes”, que anticiparían lo que se vendría.

Siendo las 20.00, momento previo al recital, donde se juntaba la multitud de gente para el ingreso al estadio, se daría el comienzo de una represión que no cesaría en largas horas: empujones, piñas, gases lacrimógenos directos a la cara y balas de goma a quemarropa.

Se repitieron situaciones increíbles, como la de un chico que ingresaba con la entrada en la mano, pero que al no ver ser vista por los efectivos de seguridad, cuando pasaba lo agarraron entre dos, lo tiraban al piso y lo golpeaban a puño cerrado en la cara, hasta que de alguna manera zafaba o quedaba en un costado inconsciente, para llevarlo detenido. El caso más emblemático fue el de un periodista que saliendo del recital recibió diez balazos de goma en el pecho a poco menos de 2 metros, corriendo la suerte de que no fueran letales.

Antes de iniciado el recital, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) ya alertaba de la situación, en la se denunciaba heridos y más de 25 detenidos.

Este punto, quiero detenerme para contar la historia de un chico que todos vimos y tampoco zafó: luego de que lo agarraran en el ingreso y tras pegarle piñas y patadas, tirado en el piso a un costado del vallado, pasa un policía para abrirle la boca y rosearle gas lacrimógeno dentro, por lo que comienza a hacer espasmos imposibilitado para respirar. Pasa un tiempo rodeados de cinco civiles -como cuidando la presa- sin hacer nada. Varios confirman que no respira y gritan por una ambulancia. Pasa lo que suponemos un médico a hacerle reanimación, pero no reacciona. Quieren llevarlo en la camioneta de una 4x4 sin identificación, pero se les sigue gritando por una ambulancia. Hasta que mucho tiempo después, sin respirar, el joven es llevado por la ambulancia.

SOMOS LOS MISMOS DE SIEMPRE

Las balas siempre caen de este lado: “Son pibitos cabezas que querían entrar sin pagar”. Es cierto que había personas sin entrada, ¿pero eso amerita a que personal capacitado para estas situaciones te agarre y desfigure la cara? ¿Vale la entrada más que el pibe? Por favor, no caigamos nuevamente en el “algo habrán hecho” para justificar lo injustificable.

Ahora, ¿qué es lo que lleva a armar tremendo operativo de seis (des)controles de seguridad, con Infantería y policía armada dispuesta a todo para ingresar a un recital?

Me hace pensar que la necesidad urge de “disciplinar” a muchos jóvenes que nos reunimos (¡eso es terrible!) a festejar la música y nuestro rock nacional que muchas veces supo ser contestaria al poder de turno.

Ser joven y reunirte con muchos otros jóvenes para cantar, bailar y agitar parece ser el delito. Imposible no recordar a Walter Bulacio, o más cercano a Ismael Sosa, que hace casi exactamente un año era asesinado en Córdoba por fuerzas de seguridad al ingreso de un recital de la misma banda. Dejando el cuerpo tirado en un lago cercano. Y el caso impune hasta el día de hoy.

ROMPER LOS DIENTES DE ESTE ENGRANAJE

Violencia, disturbios, agresiones, enfrentamientos. Todavía el periodismo y su lenguaje comunicacional traen consigo mucho cinismo e impunidad. Distintos medios importantes del  país emiten notas con frases como la de “sofocar disturbios iniciados en el concierto”, “enfrentamientos entre concurrentes y la Policía Federal”; “finalizado el show las agresiones que se produjeron…” ó, el más leído: “Incidentes en recital de La Renga”.

La manera de transmitir la noticia no es ni un lenguaje formal del periodismo, ni la búsqueda de neutralidad ante los hechos. Es la manera de desresponsabilizar a los culpables, de cobijarlos y perpetuar su impunidad, legal pero principalmente social. Enfrentamientos, incidentes, disturbios solo pueden darse entre dos iguales. Nunca se pueden igualar a las fuerzas de seguridad que responden al Estado (institucionalizadas, entrenadas, con protección y armadas) con personas desarmadas esperando entrar a un recital, por más “bardo” que pueda generarse.

Y por ser fuerzas dependientes del estado, la responsabilidad también es otra. No hay un policía malo que se desbandó. Son funcionarios públicos, que dependen de una estructura mayor, que no actúan solos. Así es cómo traen consigo más de 4.700 pibes asesinados desde 1983, por gatillo fácil o tortura en las comisarías.

Por eso, desarmemos el lenguaje de la impunidad, cuando se trate de la policía, ni disturbios ni enfrentamientos: represión.

Esperemos se esclarezca el número de heridos, de detenidos, ¿de muertos?. Esperemos el castigo que corresponda a los culpables. Esperemos sobre todo que como sociedad no naturalicemos que ir a un recital sea peligroso. Por Walter, por Ismael y por todos. Por la música y su encuentro. Justicia.

MERCEDES DO EYO

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