Por estas horas, un vecino de nuestra ciudad vive una situación que es de película. El origen fue cuando salió a su patio y comprobó que la bicicleta de su hijo desapareció.

Tras darse cuenta de esta situación, empezó una investigación al mejor estilo Sherlock Holmes, haciendo un recuento de los posibles ladronzuelos.

Su experiencia en la vida hizo que llegara a indagar profundamente en las redes sociales y fue así que descubrió que el rodado se había puesto a la venta vía internet.

Lo primero que hizo fue es notificar a la Policía local. Los uniformados actuaron y lograron secuestrar la bicicleta. Pero aquí se dio el primer escollo de la situación: la fiscal de turno debía establecer la propiedad de la bicicleta.

El damnificado se acercó a la Comisaría local y todos los elementos presentados debía ser evaluados por la nunca bien ponderada burocracia judicial.

Es así que en nuestra ciudad puede pasar cualquier cosa… inclusive que la realidad supere a la ficción