Tradicional institución

Sportivo se pone de pie con un presidente como los que forjaron su historia contemporánea

Obras.
Obras.

Cuando ya parecía que no existía más que el abismo para este histórico Club rojense con tanta presencia en la memoria de cada familia, apareció el joven Adrián Guilera con un par de colaboradores y lo está rescatando de ese pozo profundo en el que estaba cayendo.

Primero, lograron restablecer la personería jurídica, y luego, comenzaron paso a paso a reconstruir cada rincón de la institución que se encontraba castigada por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Aquí no haremos una análisis del por qué y quiénes lo condujeron a una gris decadencia, sino que el objetivo es destacar la tarea de quienes lo están rescatando.

Han sido y son innumerables los arreglos que ya han afrontado para garantizar la utilización plena de los socios de todos sus espacios. Se solucionó la filtración de agua en el estadio, la confitería, se instaló un gimnasio en el sector de la esquina de Roca y Paso, se están arreglando las veredas. Y así seguirán hasta seguramente revertir la situación de la pileta, inclusive.

En la actualidad, se les está dificultando conseguir quien se haga cargo de la concesión de la confitería, que le devolvería a dar vida social a la tradicional esquina. El obstáculo mayor es la inversión que habría que realizar, ya que no hay mobiliario alguno.

Se está manteniendo la actividad del básquet en inferiores y segunda categoría, la cancha de paleta la gestiona Marcelo Franco y también se utiliza el salón principal para clases de taekwondo.

Felicitaciones a este joven y sus compañeros que están tomando las banderas sportivistas de históricos dirigentes que lo hicieron crecer con obras, como el “Negro” Gutiérrez, Julio Laugier, Otto García, Raúl Rigo, Hugo García, quienes como los tres primeros, dejaron horas de su vida por la institución, y hasta pusieron en riesgo su libertad, sin exagerar.

Me permito relatar un pedacito de la historia donde Gutiérrez, Laugier y García, junto a Pedro Boyeras, presidente en esa época del Club Newbery, fueron coaccionados por la dictadura instalada en 1976 con mandarlos a la cárcel si seguían haciendo rifas no autorizadas, que eran las únicas que se podían hacer para juntar fondos para hacer obras. Esto merecería un capítulo aparte.

Adrián Guilera, como estos hombres, está entregando muchas horas de su vida familiar por la reconstrucción del Club, y junto a sus colaboradores merecen el apoyo de toda la comunidad y de las autoridades políticas en todo lo que se pueda.

Felicitaciones y a no aflojar que ya se ven los frutos del esfuerzo. Nuestros respetos.

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