Un descubrimiento de gran alcance ha sido hecho en estos años por los educadores, criminólogos y sociólogos. Ahora dicen que la capacidad de una persona para adaptarse a la vida depende de su sentido de aceptación.
Esto significa que un niño que se siente aceptado entre la gente como normal y digno, crecerá y se hará un ciudadano útil y respetado. En cambio el que se siente rechazado posiblemente llegue a ser criminal, suicida o, por lo menos, su influencia será negativa sobre sus semejantes. Los expertos han recogido una abundancia de ejemplos de la vida real para sostener sus conclusiones.
Pero esta idea en realidad no es nueva, sino es tan vieja como la raza humana. Forma parte de las enseñanzas del libro más viejo de mundo,
En pocas palabras, este es el mensaje que Dios quiere comunicarle al ser humano. El cristianismo, como se conoce hoy, incluye muchas leyes y costumbres agregadas por los hombres, pero
En realidad, Dios nunca menosprecia ni rechaza a nadie, por más humilde que sea su estado social, o por más vergonzosa que sea su crónica de conducta. La aceptación de Dios no significa aprobación; no depende de lo que uno ha hecho, ni cuánto tiene, ni su clasificación moral, sino de su valor como persona creada por Él.
Desde luego, muchas veces entre distintas personas o clases sociales el rechazo es real, pero generalmente el problema humano es que nos sentimos rechazados y dudamos de nuestro propio valor. Este sentido de rechazo tuvo su origen en una determinación en el pasado de independizarnos de Dios. A pesar de mostrar tranquilidad y confianza, en el interior nos clasificamos como inferiores y empezamos a actuar defensiva y negativamente.
La solución, cuando uno se siente rechazado, no radica en esforzarse para ganar aceptación, ni en tratar de parecer importante, ni en disciplinarse para poder respetarse y ser respetado. En lugar de eso, deben abrirse los ojos para ver la aceptación que ya tiene y siempre ha tenido delante de Dios. Si esto suena muy místico, digámoslo en otras palabras. Dios nos hizo a cada uno para un propósito y tenemos más valor de lo que podemos comprender. Usted no puede ser completo como persona hasta que haga frente a esta realidad y la ponga como base para su vida. Cuando usted reposa en el hecho de que Dios le ama y le acepta completamente, podrá aceptarse a sí mismo, y aceptar a los demás en su justo valor.
Esto explica cómo el cristiano verdadero puede tomar con tranquilidad las ofensas y desilusiones de la vida diaria y por qué puede devolver sinceramente bien por mal y ver siempre el potencial positivo en todas las personas.
Y esto es precisamente lo que quiere enseñar el Evangelio. Dios lo hizo todo para comprobar que Su aceptación es universal y sin condiciones. Vino al mundo encarnado, vivió y murió en la cruz para satisfacer todas las dudas del hombre y pagar todos los requisitos de Dios. Así que aquellos que continúan compadeciéndose a sí mismos y actuando según su supuesta inferioridad, simplemente no escuchan bien el mensaje.
Jesús mismo lo afirmó es esta forma: “A los que vienen a mí, no los echaré fuera”. San Pablo, hablando del mismo tema, declaró que ante Dios nadie está aceptado por su prestigio ni su religiosidad, sino que están “aceptados por medio del Amado (Cristo)”.
¿Y usted? ¿Cómo se siente en relación a esta verdad?